jueves, 25 de noviembre de 2010

PASTEL INVERTIDO DE PIÑA

Whole kitchen en su Propuesta Dulce para el mes de Noviembre nos invita a preparar todo un Pastel Invertido.


Y yo me dije cuando leí la receta: ¡ah, bueno, un bizcocho con piña, qué fácil! Ya, ya….no una, sino dos, DOS! veces he tenido que hacer este reto para que quedara más o menos decente. Esta vez casi me pilla el toro, pero aquí estoy, cumpliendo con los plazos.


Esta es la receta:


INGREDIENTES


Para la cubierta


60 gramos de mantequilla

80 gramos de azúcar blanca

80 gramos de azúcar morena

550 gramos de piña en almíbar, bien escurrida.


Para el bizcocho


195 gramos de harina de repostería

2 cucharaditas de levadura en polvo

1/4 cucharadita. de sal

120 gramos de mantequilla

200 gramos de azúcar

1 cucharadita de extracto de vainilla

2 huevos

120 mililitros de leche


PREPARACIÓN


Para un molde de unos 23 centímetros. Horno a 180ºC.

Colocamos los dos tipos de azúcar y la mantequilla en una cacerola pequeña y lo cocinamos a fuego medio durante hasta que todo se haya disuelto y adquiera una textura homogénea. Seguidamente lo dejamos cocer un poco más hasta que veamos que el azúcar empieza a caramelizar, unos minutos.


Seguidamente retiramos del fuego y lo vertimos sobre el molde que vayamos a utilizar, el cual previamente habremos engrasado, colocamos encima los trozos de piña y las cerezas en el centro, o cualquier otra fruta que vayamos a utilizar, y reservamos.



En el bol de nuestra batidora eléctrica batimos la mantequilla y el azúcar hasta que nos quede esponjosa y suave, una vez obtenida esta consistencia añadimos el extracto de vainilla y seguimos batiendo, continuamos añadiendo las yemas de los huevos de una en una, batiendo bien después de cada adicción.

Mezclamos la harina, la levadura y la sal y la añadimos a la masa anterior, en tres veces, alternándola con la leche y batimos hasta incorporar todos los ingredientes.

En otro bol, batimos nuestras claras hasta montarlas y obtener una textura de pico firme.

Incorporamos las claras montadas a la masa, lo haremos en dos veces, y con la ayuda de una espátula la vamos integrando pero con cuidado de no batirlo en exceso.


Vertimos nuestra masa sobre el molde, alisamos la parte superior y la horneamos durante 50 minutos aproximadamente, o hasta que pinchemos nuestro pastel y veamos que nuestro palito sale limpio.



Una vez tengamos nuestro pastel horneado, lo sacamos del horno y lo dejamos enfriar dentro del molde, unos 10 minutos. Seguidamente lo desmoldamos y lo dejamos enfriar por completo.

OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO

Ante todo…¡mucha paciencia! Sobre todo a la hora de desmoldar, u os quedará algo parecido a esto:



Tengo comprobado que la gelatina y el caramelo no son mi fuerte, por eso siempre evito recetas que lleven alguno de estos dos ingredientes (tengo malas experiencias que no quiero ni recordar). Así que, viendo cómo estaban transcurriendo los acontecimientos, opté por la vía fácil para lograr el reto (lo siente, hice un poco de trampa, lo confieso) y os lo cuento para los principiantes como yo. Dos recomendaciones básicas para que este pastel sea una realidad en vuestra cocina:

1.- Usar caramelo comprado (sí, lo sé, una aberración para muchos, pero una opción al fin y al cabo). Así os evitaréis que se pegue a las paredes como si le fuera la vida en ello y además que se lleve consigo medio bizcocho.

2.- Utilizar un molde desmontable, para poder, al darle la vuelta, intentar mejor que os quede el postre entero.



Nada más, voy a pasarme a ver vuestras delicias para morirme de envidia de lo bonito que os ha quedado al resto. ¡Ánimo con el resto de semana!

martes, 23 de noviembre de 2010

MIS REGALOS AIG 2010

Aunque sea breve, no quiero dejar pasar el día sin publicar mi súper regalo de mi súper amiga AIG de este año. Aproveché, he de confesar que con algo de egoísmo, que se podía pedir mandar y recibir a una amiga bloguera de fuera de España y cuando ayer por la noche vi en el buzón el aviso de Correos de mi paquete, que venía de Estados Unidos, cené con una gran sonrisa. Además, era de Amalia, una persona cuyo blog, Recetas de familia, sigo desde hace tiempo, así que, en cierto sentido, conocía, lo cual me hizo más ilusión.

No tengo tiempo para escribir mucho pero sólo puedo decir GRACIAS AMALIA! Eres tan sol como aparentas. ¿Os podéis creer que se leyó mi blog para saber qué cosas me harían ilusión?

Aquí os dejo las fotos para que veáis que ha adivinado de pleno:

VISTA GENERAL DE LOS REGALITOS...



PARA TEÑIR, COLORANTE EN PASTA DE WILTON, Y PARA DECORAR, UNOS SPRINKLES MUY NAVIDEÑOS....



MÁS COSAS PENSANDO EN LA NAVIDAD: MOLDES DE SILICONA Y CORTAPASTAS...


TOMATES SECOS, QUE TAN DIFÍCILES SON DE ENCONTRAR POR AQUI....


Y LA JOYA DEL ENVÍO, UN DELANTAL PERSONALIZADO POR ELLA....


Envidia, ¿verdad? Si es que he tenido una suerte con mi AIG de este año....¿cuándo organizamos el próximo?

viernes, 19 de noviembre de 2010

PASTEL DE MACARRONES


Últimamente, como ya os he comentado, aprovecho mis días de descanso para cocinar algo, que tengo mono. Esta mañana, después del desastre del reto Wholekitchen dulce (ya lo veréis) me decidí a probar con algo salado, sencillito. Y, como hoy comíamos en casa, saqué esta receta de un libro que me regalaron por mi cumpleaños y que me encanta, porque tiene platos muy, muy fáciles.

Mi pastel de macarrones no ha quedado de foto precisamente y se me ha “churruscado” un poco el queso gratinado, pero estaba bien rico….¡y nos lo hemos comido todo!


INGREDIENTES

Macarrones

Sal

200 gramos de jamón cocido o pavo

200 gramos de queso Gouda (o uno que funda bien)

250 mililitros de salsa bechamel

150 mililitros de leche

100 gramos de queso rallado para gratinar

Pimienta

PREPARACIÓN

Lo primero de todo, cocer la pasta como más os guste, con un poco de sal.

Precalentar el horno a 200ºC y cortar el jamón o pavo al gusto.

En un cazo, calentar la bechamel con la leche y el queso Gouda.

En un molde, ir poniendo capas de macarrones y jamón, separándolas con un poco de la salsa de bechamel.

Encima de todo, echar el resto de salsa y, por encima, esparcir el queso para gratinar.




Gratinar en el horno durante 20 minutos.

OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO

Como buena principiante que soy, nunca he hecho bechamel y ante el horror de quedarme sin comida, la he comprado en bote…y no está nada mal, tengo que decir. Esto hace que el plato se prepare mucho más rápido también, la verdad. Eso sí, ahora a ver qué hago con la que me ha sobrado, ¿alguna idea?

Del resto, no hay más consejillos….¡jolín! que no deja de ser un plato de macarrones, pero de manera distinta al típico que siempre hago con tomate frito y chorizo. Si queréis algo sencillo, sencillo de verdad y rápido de hacer, es una buena opción. Además es un plato que suele gustar a todo el mundo. En casa, por lo menos, ha triunfado.


¡Feliz fin de semana a todos! (algunos trabajaremos por el resto que descansa, ¡snif!)



lunes, 15 de noviembre de 2010

RED VELVET CAKE


¡Menudo fin de semana divertido que me he pasado! Y la mayor parte del tiempo cocinando, aprovechando que tenía el sábado y domingo libres. Como estábamos de celebración de cumpleaños, nada mejor que desempolvar de mi carpeta de “pendientes” algún postre que tenía muchas ganas de hacer. Y le tocó a la famosa Red Velvet cake o, castellanizada, aunque queda más chic en inglés, tarta de terciopelo rojo. No veáis la cara de todos cuando partimos la primera porción de tarta, cuando vieron el intenso rojo del bizcocho…¡me encantó! Además, de sabor está todavía mejor. Vamos, que esta receta va a caer en algún otro cumpleaños.

La idea la tenía guardadita desde hace muuuucho tiempo de Mis recetas bordadas, de Joana. Y la espera ha merecido la pena. Todavía tengo un cachito en el frigorífico para darme un pequeño último homenaje esta noche…

Si queréis ver la receta original de Joana, pinchad aquí.

Y esta es la mía:

INGREDIENTES

Para el bizcocho:

120 gramos de mantequilla

300 gramos de azúcar

2 huevos

20 gramos de cacao en polvo

Colorante rojo

1 cucharadita de esencia de vainilla

240 mililitros de buttermilk (o, en su defecto, 240 mililitros de leche con un chorro de vinagre, dejando reposar unos minutos para que cuaje un poco)

300 gramos de harina

1 cucharadita de sal

1 cucharadita de bicarbonato

3 cucharaditas de vinagre de vino blanco

Para el relleno y cobertura:

1 tarrina de queso de untar

180 gramos de mantequilla

1 cucharadita de esencia de vainilla

400 gramos de azúcar glasé

PREPARACIÓN

En un bol, se vierte la mantequilla derretida, para que sea más fácil trabajar con ella (yo la pongo unos segundos en el microondas) y el azúcar. Se bate hasta conseguir una crema. Cuando esté todo bien integrado, se le añaden los dos huevos, uno a uno, para que se batan bien con el resto de la mezcla.




En un cuenco aparte, se mezcla el cacao en polvo, el colorante rojo y la cucharadita de esencia de vainilla y se vierte todo sobre la mezcla anterior.



El siguiente paso es echar el buttermilk sobre el bol y seguir batiendo, para que se integre bien. A continuación, se le añade la harina, con la ayuda de una espátula, poco a poco, para que se mezcle.





Por último, se añade la cucharadita de sal, la de bicarbonato y las de vinagre de vino.

Verter toda la mezcla en un molde de bizcocho y hornear durante 35 minutos a 170ºC.



Ahora toda la parte más divertida, la del relleno. Para prepararlo, se mezcla muy bien el queso de untar, la mantequilla, la esencia de vainilla y el azúcar glasé, hasta conseguir una masa homogénea.

Cuando el bizcocho esté frío, se corta con cuidado con un cuchillo por la mitad


y, sobre la capa de abajo, se vierte parte del relleno, extendiéndolo por toda la base. A continuación se pone la parte de arriba del bizcocho y se cubre con el resto de la mezcla, intentando que quede lo más liso posible.






Meter en el frigorífico para que se enfríe y sacar poco antes de servir.




OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO


Lo mejor de esta tarta es que queda muy lucida y no es nada complicada. Es la primera tarta que hago en mi vida y la experiencia me ha encantado. Hasta ahora sólo había hecho bizcochos, pero ahora me ha entrado el “gusanillo” de las tartas gracias a la red velvet, la verdad. Ahí van algunos consejillos para quien se atreva:



El tema del colorante: yo ya había intentando en su día hacer unos red velvet cupcakes, pero se me quedaron en “pink” por más colorante rojo que le eché. Este es el que he utilizado esta vez, aunque no sé si muchos lo podréis conseguir, porque lo compré en Ámsterdam (y ahora, viendo el resultado, me arrepiento de no haber comprado un litro…). De todas maneras, creo que el vinagre intensifica el color, así que algo también debió hacer. No he puesto cantidad (Joana decía que echaba 40 mililitros) pero vosotros echad a ojo y cuando veáis el color que queréis, pues ya está.



Para cortar el bizcocho a la mitad, como es bastante compacto, no hay problema por hacerlo con un cuchillo, sale bastante bien. Sólo hay que tener un poco de cuidado.

A la hora de hacer el relleno, si tenéis esencia de vainilla transparente (la mía es marrón) mucho mejor, porque así os quedará mucho más blanco y contrastará mejor con el rojo del bizcocho. Pero eso es sólo cuestión de estética, claro.

El azúcar glasé que hay que echarle al relleno también va en gustos, id probando hasta conseguir el dulzor que más os apetezca.

Lo mismo pasa con el decorado, como es blanco, se puede poner luego que lo queráis. Nada, como es la tarta original, o colorines, como yo, que aproveché varias chorradas que me había comprado en su día, como bolitas de colores y letras, para customizar la tarta. Algo muy básico, pero no quedó mal, ¿verdad?









viernes, 5 de noviembre de 2010

ÁMSTERDAM

Las vacaciones bien, gracias. Ya estoy de vuelta, con las pilas cargadas, con nuevos propósitos, habiendo desconectado un montón y, sobre todo, encantada de haber descubierto una ciudad tan maravillosa como Ámsterdam. No estaba en mi lista de lugares pendientes por ver, pero me ha sorprendido y pasado a mi lista de ciudades pendientes para volver, junto a Venecia o Berlín.

Como este es un blog culinario, me voy a centrar en eso, en las comidas, aunque también me gustaría dar algunas pinceladas de la ciudad, para animaros a todos aquellos que estéis con la duda sobre si Ámsterdam merece la pena ser visitada. Seguro que si echáis un ojo a los post de gente como Bea o Carol, con sus impresiones sobre este lugar, que me sirvieron de mucho para preparar mi viaje, os convencen. Pero si todavía necesitáis un empujoncito más, seguid leyendo.


Quitando el primer día que llegamos, que se podría resumir como de un caos total (casi perdemos el tren que nos tenía que llevar a Madrid, tuvimos que aguantar a un grupo de orientales impertinentes en el avión, por poco nos pierden una de las maletas en el aeropuerto, éramos incapaces de encontrar el autobús que nos acercaba hasta el hotel, luego tardamos bastante en encontrar el dichoso hotel....en resumen, que salimos de casa a las ocho de la mañana y nos tumbamos en la cama de la habitación a las nueve de la noche), nuestra estancia en Ámsterdam fue toda una delicia. Un lugar sorprendente, con costumbres curiosas, casas maravillosas, miles de bicicletas adueñándose de las calles, museos interesantes y una arquitectura muy particular.

El martes, tras el “lunis horribilis”, decidimos empezar desde cero y comenzamos por realizar el “free tour”, una estupenda alternativa económica para conocer a grandes rasgos la ciudad...¡y en español! Si no lo conocéis, entrad en su página. Nosotros lo descubrimos en Berlín y no dudamos en repetir aquí en Ámsterdam.

Igual que en la capital alemana, estar todo el día en la calle, y más en estas fechas, te mete el frío en los huesos, así que el grupo hicimos una parada a mitad de excursión por las calles de Ámsterdam, para meternos algo caliente en el cuerpo. Ese fue nuestro primer contacto con el “Chocomel”, la marca de batidos de chocolate de allí y la única alternativa para los que no somos amantes del café.

Eso sí, también se podía tomar acompañado de nata montada, como parece ser típico allí, y de un gran muffin de arándanos, tamaño familiar.



Tras el recorrido turístico, había que reponer fuerzas, así que entramos de casualidad en un restaurante cerquita de la plaza Dam que, sorprendentemente y para nuestra alegría, tenía la carta también en español. Yo me pedí un plato típico de allí, “kapucyneks”, contundente, pues consistía en una gran albóndiga de carne acompañada de unas legumbres que eran muy parecidas a los garbanzos, pero morenos, cebolla, beicon y pepinillos muy picados, con una salsa agridulce y una pequeña ensalada para acompañar.



El otro plato que pedimos fue cordon bleu, que se le trajeron con patatas fritas y un gran bol de zanahorias baby al vapor.

Esa noche, antes de llegar al hotel, tuve mi primer maravilloso contacto con la cadena de supermercados “Albert Heinz”, que están en cada esquina de Ámsterdam... o casi. Nosotros teníamos uno justo al ladito del hotel y allí comprábamos la cena para cada noche. Me encanta entrar en los supermercados de las ciudades extranjeras que visito (y creo que muchos de vosotros compartís esta afición, me consta), así que cuando nos íbamos al hotel ya, reventados de tanto paseo, entrar en AH era como la última pequeña alegría del día, llamadme loca si queréis, pero así era.

Mirad lo que compramos para cenar una de las noches, una enorme tarrina de yogur de sabor espectacular: muffins con arándanos...indescriptible, todo un placer, ¡je, je!

Una de las cosas que más me sorprendió de Ámsterdam, aparte de la anarquía de las bicicletas, aunténticas reinas de las calles, fue que, a pesar del fresquito, los bares y cafeterías tenían las terrazas puestas y había más de un valiente que salía a tomarse su cervecita con cinco grados....y una manta que se suministaba el propio local.



Por otro lado, no vi muchas tiendas de dulces, creo que eso del chocolate es más de Bélgica, pero las que me encontré, tenían una pinta espectacular.

Eso sí, parece ser la ciudad de los muffins, había muuuucha variedad en la mayor parte de las cafeterías del centro: desde el típico con arándanos hasta el de chocolate, zanahoria, canela y plátano... ¡y hasta de tarta de queso!

En los cinco días que estuvimos nos dio tiempo a recorrer tooooda la ciudad, muchos de sus rincones, turísticos o no, y también aprovechamos para visitar Utretch, que es una ciudad a veinte minutos en tren (maravillosas las conexiones por transporte) típicamente universitaria.
Me acordé de todas vosotras cuando en una tienda de antigüedades vi que tenían en la puerta varios moldes auténticos de "bund cakes"....no veáis las ganas con las que me quedé que comprar uno. Todavía me estoy arrepintiendo, ¡snif!

En el momento de las compras, me corté bastante. No os voy a poner fotos de lo que me traje, pero os resumo: desde salsa agridulce, que aquí es muy complicado conseguir, hasta un delicioso queso con piña que me recomendó Carol y otro especiado con el que nos pusimos tibios en los desayunos de buffet del hotel. También me traje colorante rojo (a ver si así me salen las cosas rojas, y no rosas...¡ejem!), las típicas galletas holandesas con caramelo por dentro, lemon curd que encontré en una tienda de productos ingleses que aconsejó Bea y esencia de almendra, que seguro que queda ideal en algún bizcocho. Como entenderéis, con estos productos tan líquidos, me pase rezando en el vuelo de vuelta para que no maltrataran mucho mi maleta, porque ya me veía toda mi ropa con salsa agridulce, oliendo a almendra, pringrada de lemon curd y coloreada de rojo...
Podría contar tantas cosas más, como la preciosidad de los edificios de la zona centro, el romanticismo de los canales, las impresionantes casas flotantes, el olor especiado por las calles de restaurantes, el sabor de los gofres con chocolate caliente por encima....pero os terminaría aburriendo, así que os dejo que disfrutéis del fin de semana y pronto volveré con otra receta. Disfrutad de estos dos días.