miércoles, 22 de junio de 2011

NUEVA YORK II

Empezamos la segunda parte (y última) de mi viaje a Nueva York con una foto curiosa. Aparentemente, es un hall de hotel como otro cualquiera, ¿verdad? Pero se trata del hotel Meridiem y junto a esa columna que veis al fondo, a mano izquierda, hay un pequeño pasillo oscuro que te lleva a una pequeña hamburguesería donde puedes probar por poco dinero una de las mejores hamburguesas de Nueva York. Por supuesto, nosotros nos acercamos (con lo que nos costó encontrar el dichoso hotel...nos habíamos dejado las señas en casa) y disfrutamos de una. La operación es sencilla (pero curiosa). Haces cola en ese pasillo sin luz, solo se ve el neón en forma de hamburguesa al final y, antes de entrar, rellenas un papel que tienen junto a la pared, en todos los idiomas, donde pones cómo quieres la hamburguesa (sola, con queso, lechuga, cebolla, tomate, mostaza...), qué bebida tomarás, si quieres patatas y algo de postre. Ese papel es que le tienes que dar a los de la barra para que te hagan el pedido en un minuto. El sitio por dentro es muy cutre y con encanto, lleno de posters de pelis ochenteras y grupos como Los Ramones (mi chico se emocionó, jeje!). Las hamburguesas son para llevar o para tomar allí....si encuentras un hueco, claro. Nosotros comimos con otra pareja alemana que nos pidió sentarse con nosotros.

Como no, aunque sin poder ver ni la mitad de la mitad, tuvimos nuestro paseito por Central Park...una maravilla! Vimos a un grupo de niñas saltando a la doble comba (eso que solo se ve en las pelis) y equipos aficionados de baseball dándolo todo en las pistas (era una liguilla de empresas) y nos sentimos realmente en Nueva York. Eso sí, España se hizo presente cuando pasamos por un puesto de comida ambulante donde anunciaban que tenían churros. A saberse cómo eran...yo no los iba a probar haciendo 30 grados a la sombra!



Lo de la comida ambulante es casi esencia de su cultura, diría yo. No había ni un ejecutivo/a que no llevara su medio litro de café de Starbucks (dios, uno en cada esquina, toda una plaga!) y comiera su pequeño sandwich a eso de las 12.30 horas. Cinco minutos y vuelta al trabajo, qué estrés! El sábado nos encontramos por casualidad con un mercadillo de comida en la calle de las Américas, perpendicular a la 42, y vendían de todo, desde fruta fresca (con muy buena pinta, por cierto) hasta smoothies de todos los sabores imaginables.


Por vender, precisamente en esa calle, donde está una tienda de merchandising de la cadena HBO, vendían hasta Tru Blood (un guiño a los amantes de la serie, que ya ha comenzado su nueva temporada en Estados Unidos)

Uno de los sitios que más me gustó, y al que llegamos de casualidad, después de visitar el barrio de Meat Packing y pasear por el High Line (una vía de tren muerta que han rehabilitado de tal manera que es un paseo lleno de verde por todos los lados) fue el mercado de Chelsea, ubicado en la fábrica donde se hicieron las primeras galletas Oreo. Totalmente recomendable, mirad qué cartelito a la entrada:

Y de eso estaba el mercado lleno, de cupcakes de todos los tipos, sabores y colores. Aquí os dejo unas fotos de muestra para que os deleiteis:





Encontramos también muchos dulces con motivo del Día del Padre, que me tenía súper intrigada, porque no sabía cuándo demonios era...resulta que es justo tres meses después que en España, el 19 de junio!



Otro lugar imprescindible para ver es el bario del Soho, con sus tiendas, su ambiente, sus calles...nosotros fuimos en sábado y había mucha gente, pero nada agobiante. Recuperamos fuerzas en una terraza donde nos pedimos unos sandwiches que resultaron ser unos auténticos bocadillos. Para rematar, unas patatas fritas, cómo no!

Y es que allí todo, incluso la comida, es a lo grande. Si no, fijaos en lo que nos pusieron cuando pedimos en un mejicano de Brookling unos nachos con queso para picar...tenían de todo, hasta judías negras!

Aunque la palma se la llevó esta ensalada que pidió Daniel el último día, porque no quería comer mucho....sí, yo tampoco veía dónde tenía lo verde, ¡ja,ja!

El otro día os mentí un poco porque dije que solo había sido capaz en toda la semana de comerme un cupcake...bueno, pues el último día me desayuné media docena en una pequeña tienda que había junto al hotel.

Eso sí, eran mini cupcakes, pequeños bocaditos que estaban de vicio. Había de muuuchos sabores, pero yo me pedí (de izquierda a derecha) un par de red velvet, otra pareja de oreo y una última de vainilla con crema de cacahuete y frambuesa....riquísimos! Ahora estoy con ganas de hacer unos cupcakes de oreo, porque allí se veían en todas partes. Tengo que buscar la receta....

Algo que me sorprendió (gratamente) fueron los mercados que nos fuimos encontrando por el camino. Uno de los más bonitos (y junto al hotel, así que fuimos casi todos los días) fue el que está en la Grand Central Station. Todo taaan ordenado y con tan buena pinta...




Y hasta aquí este pequeño recorrido por la gran Nueva York, una ciudad que hay que visitar, por lo menos, una vez...aunque nosotros ya estamos deseando volver!

A empezar con buen pie la semana!

martes, 21 de junio de 2011

NUEVA YORK I

Lo prometido es deuda y aquí estoy con mi crónica de Nueva York. Me gustaría hacerla más larga y detallada, pero no tengo mucho tiempo (mirad lo que he tardado en publicar esto, hace más de dos semanas que regresé, ¡snif!), así que he decidido hacerla más cortita, contando a grandes rasgos y con muchas fotografías, que, al fin y al cabo, es lo que más gusta. Divido la crónica en dos, para darle más emocióm, ¡ja,ja! El viaje de ida fue de lo más largo, pero se nos hizo corto por la emoción de visitar al fin Nueva York. Salimos de casa a las seis de la mañana y llegamos al aeropuerto de JFK a las cuatro de la tarde, pero claro, para nosotros eran ya las diez de la noche. En las ocho horas de vuelo nos dieron dos veces de comer y, como esto es un blog gastronómico, aquí os enseño la merienda de Iberia: bocata, yogur y algún dulce:



Nada más aterrizar, mientras esperábamos al resto de la gente para que nos trasladaran a nuestros hoteles, empezamos a hacer las primeras fotos y claro, a la entrada del aeropuerto lo que más había eran taxis, los típicos taxis amarillos que no dejaríamos de ver en los siete días que allí estuvimos. Creo que en Nueva York hay más taxis que vehículos particulares. O, al menos, es lo que parece.


Llegamos al hotel a las seis de la tarde (las doce de la noche para nosotros) pero había que empezar a descubrir la ciudad a pesar del cansancio acumulado. Primera imagen: el parque Bryant, muy cerca de nuestro hotel, con los primeros puestos de comida callejeros. ¡Estábamos en Nueva York!!!


A poca distancia de allí (la verdad es que la ubicación del hotel no podía ser mejor) nos encontramos con Times Square. Lo reconozco, creí que era una gran plaza y "solo" es un cruce de calles, pero las luces de los anuncios y la cantidad de gente que allí hay a cualquier hora del día o de la noche son espectaculares. Pasamos por allí todos los días y uno no se cansaba de ver ese ambientazo.

Descanso obligado (nos acostamos a nuestras cuatro de la mañana, así que habíamos estado 23 horas sin dormir) y primer desayuno en Nueva York que, como no, fue de nivelón. A falta de leche (nosotros no somos de café o té y terminamos comprando bricks de leche para desayunar en el hotel) ese día nos pedimos cereales con yogur y yo no pude evitar probar mi primer muffin, de zanahoria, por supuesto (en la foto está a la izquierda)

Pero antes del dulce había que probar unos típicos huevos revueltos con beicon. Lo que más gracia me hizo es que los acompañaban de pimientos y patatas cocidas, con su piel y todo.

Este es el bar en el que desayunamos, en frente del hotel y debajo de un puente. Era el típico bar americano, pero un poco caro, por lo que fuimos viendo después, aunque mereció la pena el homenaje.

El primer día lo dedicamos por la mañana a visitar el Rockefeller, uno de los edificios más famosos de Nueva York. Nos habían dicho que era mejor subir a ese que al Empire State y nosotros, obedientes. La verdad es que las vistas desde allí son espectaculares, hay menos cola de turistas que en el Empire y mucho más espacio en la zona alta. Una de los miradores estaba cerrado al público y pronto descubrimos por qué. Lo habían reservado para una boda, ¡un miércoles por la mañana en el Rockefeller!!! Creo que fueron los novios más fotografiados y aplaudidos por todos los turistas que allí estábamos.

Una vez abajo, descubrimos en la plaza el lugar donde se pone cada navidad el famoso árbol.


Tras visitar el Rockefeller, seguimos nuestro paseo por la Quinta Avenida y...¿a que no adivináis qué tienda había entre tanta boutique? Por supuesto, un Zara, enorme (uno de los cuatro o cinco que vimos por todo Nueva York). Aquí la prueba:


Uno de los sitios que más me gustaron fue la catedral de San Patricio, tanto por dentro como por fuera. En las películas siempre me había hecho gracia esa iglesia, allí plantada entre tanto rascacielos. Y resulta que es enoooorme, pero luce poco, ¡ja,ja! Por dentro es preciosa, como cualquier catedral gótica de Europa. Lo que más me sorprendió es que entramos en plena eucaristía y eso estaba lleno de turistas (algo inimaginable en España). Eso sí, todos muy respetuosos...aunque pasando hasta por detrás del altar mayor. Yo aproveché para encender un velita a San Antonio, patrón de los enamorados, que por algo estaba de luna de miel, ¿no?


Ahora es cuando me vais a abuchear. Esta es la foto del ÚNICO cupcake que me comí en Nueva York, eso sí, un auténtico red velvet que estaba de muerrrte, pero que llenada como pocos. Por eso no volví a comprarme uno para el desayuno. Yo, incapaz de comer un cupcake entero, dónde se había visto. Para que os hagáis una idea...es que estos americanos hacen todo a lo grande, no solo los edificios. Al lado, mi té con leche de la tienda Financier, que estaba en la Estación Central. La teníamos al lado del hotel y cada mañana bajábamos a "hacer la compra" para desayunar luego en la habitación.



Creo que soy la única turista que ha ido a Nueva York y no se ha traido una foto con un policía de allí, pero es que me daba mucha vergüenza. Era alucinante cómo se dejaban fotografiar con una sonrisa y sin rechistar, rodeados de turistas y sin perder la compostura. ¿Os imagináis eso en España, un turista pidiendo hacerse una foto con una pareja de la Guardia Civil o unos municipales?

Aquí estuvimos, en Wall Street. El sitio en poco turístico, quiero decir, hay cosas mucho más bonitas que ver por la ciudad, pero te encuentras, creo, con la bandera más grande que puedas ver de Estados Unidos. Qué obsesión tienen los yankis con las barras y estrellas, de verdad, están por todos los sitios...pero quedan bien bonitas, eso sí.

Otra obsesión de los americanos...poner mantequilla en todas las comidas. Mirad esta qué bien presentada, con sus especias y todo. Pertenece al crucero que hicimos por el río Hudson, muy, muy recomendable. A nosotros nos lo regalaron unos amigos de regalo de boda y son cuatro horas en las que, aparte de cenar, tienes unas vistas espectaculares de la ciudad, de día, atardeciendo y de noche.


Estos son los primeros platos que tomamos: una selección de ahumados y un plato de queso y embutido (lo que tienen que aprender sobre el jamón serrano, eh?)


Y ya no os puedo poner más fotos de esa cena porque el resto la tuve que hacer yo sola, mientras mi marido contaba las tres horas que faltaban para llegar a puerto, sin poder comer, en la cubierta, porque estaba súper mareado, pobre, qué sufrimiento mientras el resto de parejitas en el salón me miraban raro pensando "¿qué hace esta sola cenando?". Aun así, subió la cámara e hizo estas fotos de las vistas que teníamos.




Y aquí acaba la primera parte. Habrá segunda, lo prometo. Y pronto, espero.



jueves, 16 de junio de 2011

HERITAGE BUNDT CAKE

¡Ya estoy de vuelta!

La verdad es que no ha estado nada mal lo que he hecho en los últimos días, quiero decir, ese maravilloso viaje a Nueva York (aparte de casarme, claro, ¡je,je!). Pero como esto es un blog de cocina, vamos al lío, la receta de mi regreso, que, como no, tiene mucho que ver con Nueva York, porque fue allí donde encontré el molde que llevaba buscando desde Navidad, el preciosísimo modelo Heritage con el que tantas por la blogosfera me habíais puesto los dientes largos.

Pues ya está en mi poder. Fue de casualidad, caminando por las calles de Nueva York me topé con una pequeña tienda de Williams Sonoma (digo pequeña porque luego, de lejos, otro día, vi la grande, grande) y entramos para refrescarnos un poco más que nada con el aire acondicionado y allí estaba, esperándome pacientemente en una estantería, por solo 34 dólares, mi molde soñado. Mirad, porque pesan un montón y luego eso se nota en la maleta, pero era para haberse llevado unos cuantos.

Al grano, que para estrenarlo (nada más regresar a España y después de haber superado el “jet-lag”, que yo creí que era una chorrada pero que a mí me duró un par de días) nada mejor que hacer la receta original que venía en su envoltorio.

INGREDIENTES

440 gramos de harina normal

1 cucharadita y media de levadura en polvo

¾ de cucharadita de sal

250 gramos de mantequilla sin sal

375 gramos de azúcar

4 huevos

1 cucharadita de esencia de vainilla

250 mililitros de leche

PREPARACIÓN

Tener, para empezar, todos los ingredientes a temperatura ambiente y poner a precalentar el horno a 165ºC. Engrasar el maravilloso molde con mantequilla y un poco de harina, retirando el exceso.

En un bol, mezclar la harina, la levadura y la sal y reservar.

En otro bol, batir la mantequilla hasta conseguir una crema y luego añadir el azúcar y seguir batiendo hasta que se integre bien. Id añadiendo los huevos uno a uno, ligeramente batidos, a la mezcla. Añadir la esencia de vainilla.

Ahora se van echando en la mezcla, en tres veces, la leche y la mezcla de harina, alternando y terminado con la harina.

Verter la mezcla obtenida en el molde maravilloso (reitero) y hornear durante 55 o 60 minutos.

Y este es el resultado una vez desmoldado:




Perdonad que no hiciera más fotos, pero de la emoción de que hubiera salido tan bien, sin pegarse, sin quedarse la mitad del bizcocho en el molde, con todas sus ranuritas tan bien definidas….no dejamos siquiera que se enfriara para coger el cuchillo e hincarle el diente.

Se trata de un bizcocho firme, de miga muy compacta, pero para nada seco. Solo está muy rico, pero acompañado de un vaso de leche fría, ni os cuento. Yo le eché un poco de mermelada por encima para desayunar y me encantó.

OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO

No os lo voy a negar, estoy un poco vaga, así que en vez de daros consejos, os remito a los que seguí yo para conseguir el bundt cake perfecto, los que publicó Bea, de El rincón de Bea, que lo explica todo muy, muy bien. Hacedle caso y triunfaréis.

Y si, lo sé, tengo que contaros algo de Nueva York, pero eso lo voy a dejar para la siguiente entrada, si me lo permitís. Ahora tengo que ponerme al día con vuestros blogs, que seguro que están llenos de nuevas cosas ricas.