¡Ya estoy de vuelta!
La verdad es que no ha estado nada mal lo que he hecho en los últimos días, quiero decir, ese maravilloso viaje a Nueva York (aparte de casarme, claro, ¡je,je!). Pero como esto es un blog de cocina, vamos al lío, la receta de mi regreso, que, como no, tiene mucho que ver con Nueva York, porque fue allí donde encontré el molde que llevaba buscando desde Navidad, el preciosísimo modelo Heritage con el que tantas por la blogosfera me habíais puesto los dientes largos.
Pues ya está en mi poder. Fue de casualidad, caminando por las calles de Nueva York me topé con una pequeña tienda de Williams Sonoma (digo pequeña porque luego, de lejos, otro día, vi la grande, grande) y entramos para refrescarnos un poco más que nada con el aire acondicionado y allí estaba, esperándome pacientemente en una estantería, por solo 34 dólares, mi molde soñado. Mirad, porque pesan un montón y luego eso se nota en la maleta, pero era para haberse llevado unos cuantos.
Al grano, que para estrenarlo (nada más regresar a España y después de haber superado el “jet-lag”, que yo creí que era una chorrada pero que a mí me duró un par de días) nada mejor que hacer la receta original que venía en su envoltorio.
INGREDIENTES
440 gramos de harina normal
1 cucharadita y media de levadura en polvo
¾ de cucharadita de sal
250 gramos de mantequilla sin sal
375 gramos de azúcar
4 huevos
1 cucharadita de esencia de vainilla
250 mililitros de leche
PREPARACIÓN
Tener, para empezar, todos los ingredientes a temperatura ambiente y poner a precalentar el horno a 165ºC. Engrasar el maravilloso molde con mantequilla y un poco de harina, retirando el exceso.
En un bol, mezclar la harina, la levadura y la sal y reservar.
En otro bol, batir la mantequilla hasta conseguir una crema y luego añadir el azúcar y seguir batiendo hasta que se integre bien. Id añadiendo los huevos uno a uno, ligeramente batidos, a la mezcla. Añadir la esencia de vainilla.
Ahora se van echando en la mezcla, en tres veces, la leche y la mezcla de harina, alternando y terminado con la harina.
Verter la mezcla obtenida en el molde maravilloso (reitero) y hornear durante 55 o 60 minutos.
Y este es el resultado una vez desmoldado:
Perdonad que no hiciera más fotos, pero de la emoción de que hubiera salido tan bien, sin pegarse, sin quedarse la mitad del bizcocho en el molde, con todas sus ranuritas tan bien definidas….no dejamos siquiera que se enfriara para coger el cuchillo e hincarle el diente.
Se trata de un bizcocho firme, de miga muy compacta, pero para nada seco. Solo está muy rico, pero acompañado de un vaso de leche fría, ni os cuento. Yo le eché un poco de mermelada por encima para desayunar y me encantó.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
No os lo voy a negar, estoy un poco vaga, así que en vez de daros consejos, os remito a los que seguí yo para conseguir el bundt cake perfecto, los que publicó Bea, de El rincón de Bea, que lo explica todo muy, muy bien. Hacedle caso y triunfaréis.
Y si, lo sé, tengo que contaros algo de Nueva York, pero eso lo voy a dejar para la siguiente entrada, si me lo permitís. Ahora tengo que ponerme al día con vuestros blogs, que seguro que están llenos de nuevas cosas ricas.