¡Menudo fin de semana divertido que me he pasado! Y la mayor parte del tiempo cocinando, aprovechando que tenía el sábado y domingo libres. Como estábamos de celebración de cumpleaños, nada mejor que desempolvar de mi carpeta de “pendientes” algún postre que tenía muchas ganas de hacer. Y le tocó a la famosa Red Velvet cake o, castellanizada, aunque queda más chic en inglés, tarta de terciopelo rojo. No veáis la cara de todos cuando partimos la primera porción de tarta, cuando vieron el intenso rojo del bizcocho…¡me encantó! Además, de sabor está todavía mejor. Vamos, que esta receta va a caer en algún otro cumpleaños.
La idea la tenía guardadita desde hace muuuucho tiempo de Mis recetas bordadas, de Joana. Y la espera ha merecido la pena. Todavía tengo un cachito en el frigorífico para darme un pequeño último homenaje esta noche…
Si queréis ver la receta original de Joana, pinchad aquí.
Y esta es la mía:
INGREDIENTES
Para el bizcocho:
120 gramos de mantequilla
300 gramos de azúcar
2 huevos
20 gramos de cacao en polvo
Colorante rojo
1 cucharadita de esencia de vainilla
240 mililitros de buttermilk (o, en su defecto, 240 mililitros de leche con un chorro de vinagre, dejando reposar unos minutos para que cuaje un poco)
300 gramos de harina
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de bicarbonato
3 cucharaditas de vinagre de vino blanco
Para el relleno y cobertura:
1 tarrina de queso de untar
180 gramos de mantequilla
1 cucharadita de esencia de vainilla
400 gramos de azúcar glasé
PREPARACIÓN
En un bol, se vierte la mantequilla derretida, para que sea más fácil trabajar con ella (yo la pongo unos segundos en el microondas) y el azúcar. Se bate hasta conseguir una crema. Cuando esté todo bien integrado, se le añaden los dos huevos, uno a uno, para que se batan bien con el resto de la mezcla.
En un cuenco aparte, se mezcla el cacao en polvo, el colorante rojo y la cucharadita de esencia de vainilla y se vierte todo sobre la mezcla anterior.
El siguiente paso es echar el buttermilk sobre el bol y seguir batiendo, para que se integre bien. A continuación, se le añade la harina, con la ayuda de una espátula, poco a poco, para que se mezcle.
Por último, se añade la cucharadita de sal, la de bicarbonato y las de vinagre de vino.
Verter toda la mezcla en un molde de bizcocho y hornear durante 35 minutos a 170ºC.
Ahora toda la parte más divertida, la del relleno. Para prepararlo, se mezcla muy bien el queso de untar, la mantequilla, la esencia de vainilla y el azúcar glasé, hasta conseguir una masa homogénea.
Cuando el bizcocho esté frío, se corta con cuidado con un cuchillo por la mitad
y, sobre la capa de abajo, se vierte parte del relleno, extendiéndolo por toda la base. A continuación se pone la parte de arriba del bizcocho y se cubre con el resto de la mezcla, intentando que quede lo más liso posible.


Meter en el frigorífico para que se enfríe y sacar poco antes de servir.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
Lo mejor de esta tarta es que queda muy lucida y no es nada complicada. Es la primera tarta que hago en mi vida y la experiencia me ha encantado. Hasta ahora sólo había hecho bizcochos, pero ahora me ha entrado el “gusanillo” de las tartas gracias a la red velvet, la verdad. Ahí van algunos consejillos para quien se atreva:
El tema del colorante: yo ya había intentando en su día hacer unos red velvet cupcakes, pero se me quedaron en “pink” por más colorante rojo que le eché. Este es el que he utilizado esta vez, aunque no sé si muchos lo podréis conseguir, porque lo compré en Ámsterdam (y ahora, viendo el resultado, me arrepiento de no haber comprado un litro…). De todas maneras, creo que el vinagre intensifica el color, así que algo también debió hacer. No he puesto cantidad (Joana decía que echaba 40 mililitros) pero vosotros echad a ojo y cuando veáis el color que queréis, pues ya está.
Para cortar el bizcocho a la mitad, como es bastante compacto, no hay problema por hacerlo con un cuchillo, sale bastante bien. Sólo hay que tener un poco de cuidado.
A la hora de hacer el relleno, si tenéis esencia de vainilla transparente (la mía es marrón) mucho mejor, porque así os quedará mucho más blanco y contrastará mejor con el rojo del bizcocho. Pero eso es sólo cuestión de estética, claro.
El azúcar glasé que hay que echarle al relleno también va en gustos, id probando hasta conseguir el dulzor que más os apetezca.
Lo mismo pasa con el decorado, como es blanco, se puede poner luego que lo queráis. Nada, como es la tarta original, o colorines, como yo, que aproveché varias chorradas que me había comprado en su día, como bolitas de colores y letras, para customizar la tarta. Algo muy básico, pero no quedó mal, ¿verdad?
