Bueno, creo que ya es hora de poner una receta dulce, que esto ya no parece “Bea la cocinillas” y este blog no puede perder su esencia azucarada, creo yo, ¡je,je!. Así que vamos con unas magdalenas de las que me enamoré desde el primer momento que las vi. Estaba yo de inspección por un nuevo blog, Friday again!, porque su creadora, Antonia, se había pasado por el mío.
Me encanta descubrir nuevos blogs de cocina (y eso que ya tengo una lista muuuuuy larga que visito casi a diario), sobre todo si son tan bonitos como este. Además, aunque me decía que estaba empezando…¡de eso nada! Esta Antonia se habrá animado con el blog hace poco, pero tiene ideas de experta culinaria ya, a mí no me engaña. Como siempre, lo primero que hice fue ir a la etiqueta de lo dulce, en este caso Repostería. ¿Y con qué me encuentro? Con estas magdalenas de tomate que me atrajeron nada más verlas. Sobre todo porque, a priori, algo fallaba en la conexión: magdalena (dulce) y tomate (para platos salados, principalmente). Os lo juro, no exagero, me fui directa a la despensa a ver si tenía una lata de tomate de esas que vienen ya peladitos y, como la encontré, ya no había marcha atrás. Manos a la obra.
Si queréis ver la receta original de Antonia, pinchad aquí.
Y esta es la mía:
INGREDIENTES
2 tomates pequeños de lata (pelados, escurridos y sin pepitas)
2 huevos
100 gramos de azúcar
1 tacita de aceite de oliva
110 gramos de harina
Medio sobre de levadura química
1 pizca de sal
PREPARACIÓN
Lo primero de todo, preparar los tomates. Se escurren bien y se les quita las partes duras que puedan tener, restos de piel y las pepitas. Se trocean y se añaden en un bol junto con los huevos y el azúcar. Se bate todo hasta que se integren bien los ingredientes.
Después se le echa el aceite de oliva y se sigue batiendo.
Por último, se añade la harina, tamizada, la levadura en polvo y la pizca de sal.
Se mezcla todo bien para obtener una mezcla homogénea que tendrá que reposar en el frigorífico durante media hora.
Pasado este tiempo, se precaliente el horno a 200ºC y se va repartiendo la masa en moldes de magdalena.
Se mete en el horno y estarán listas en 15 minutos.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
El sabor de estas magdalenas es muy suave, con un leve toque a tomate al final de cada mordisco, pero totalmente dulces. Además, quedan muy bonitas, con un tono amarillo muy chulo. Vamos, que enamorada estoy yo de estas magdalenas. Ahí van algunos consejos, aunque la receta no tiene mucho misterio:
Los tomates pueden usarse de bote, como hice yo, o naturales. En este caso, si son muy grandes, como aconseja Antonia, es suficiente con uno. Yo prefiero los de bote por comodidad. Ya vienen pelados y es muy fácil quitarle las pepitas y trocearlos. Sólo que hay que tener cuidado de escurrirlos bien, para que no estropee la masa.
Siguiendo las instrucciones de Antonia, utilicé para la receta aceite de oliva, pero pensando que a lo mejor iban a quedar muy fuertes de sabor, porque yo suelo usar siempre aceite de girasol para las magdalenas y bizcochos. Pero no, nada de sabor fuerte, quedan muy bien con este aceite.
Con esta receta sale una docena de magdalenas, de tamaño medio.
¿Qué tal el fin de semana? Vamos a comportarnos un poco, por eso de ser lunes, y empecemos la semana con un plato ligero, de pechuga de pollo, pero con un “algo más”. Dedicado a mi amiga Paz, para que vea que, ahora que está en pleno régimen (¡ánimo!, eres mi heroína, con tanto caldito para acá y para allá) puede hacer alguna de mis recetas. Y si mi amiga y ex compi de trabajo Sonia también sigue con su dieta (que sé que me lee a menudo, ¡gracias!) pues a ella dedicada también. Chicas, os vais a poner más estupendas de lo que ya estáis (yo este verano no voy a la piscina con vosotras, os lo digo desde ya).
La receta me llamó desde el primer momento la atención por su sencillez y porque ya estoy harta de hacer las pechugas de pollo a la plancha, sosas ellas. Además, todas las recetas del blog de Akane, Albahaca y Canela, qué queréis que os diga, tienen el plus de alguien que sabe lo que se hace entre fogones, ya sea dulce o salado. Esta murciana puede con todo, ya lo he comentado más veces.
Si queréis ver la receta original de Akane, pinchad aquí.
Y esta es la mía:
INGREDIENTES
Pechugas de pollo
Sal
Pimienta negra
2 cucharadas de vino blanco
2 cucharadas de aceite de oliva
Ajo en polvo
250 mililitros de caldo de pollo
2 cucharaditas de hierbas provenzales
El zumo de medio limón
2 cucharaditas de Maizena, desleídas en agua fría, para espesar un poco la salsa
PREPARACIÓN
Cortar la carne en trozos pequeños y salpimentar. En una sartén, echar el aceite, el vino y la pechuga a fuego fuerte. Remover y después bajar el fuego y dejar que la carne se haga.
Cuando ya esté doradita, retirar y reservar. En la sartén, echar el ajo en polvo al gusto, el caldo de pollo y las hierbas provenzales.
Dejar cocer hasta que se reduzca a la mitad y añadir el zumo de limón y la Maizena disuelta en agua.
Incorporar el pollo de nuevo y mezclarlo bien con la salsa. Dejar cocinar unos minutos más para que tome el sabor de la salsa y servir caliente.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
Pues, como habéis visto, pocas observaciones se pueden hacer de este plato, que está bien rico y es rápido de hacer. Pero ahí van algunas:
El tema de la sal. A mí me parecía que la salsa estaba un poco sosa, así que le añadí un poco cuando le eché el zumo de limón y la Maizena. Así que, es mejor que probéis la salsa y la rectifiquéis de sal, para que esté a vuestro gusto.
Yo usé ajo en polvo, porque no tenía de otro, pero la receta original de Akane era con ajo natural. Seguro que así tiene más sabor y queda más rico.
Este pollo se hace con hierbas provenzales, pero le podéis añadir cualquier otra hierba, la que más os guste, seguro que queda de maravilla también.
¡Buen (y ligero) provecho a todos en este comienzo de semana!
Lo bueno de tener ahora tanto tiempo libre y estar en casa es que, a veces, apetece probar recetas para las comidas de todos los días. Me explico: antes, con las horas contadas, cuando sacaba tiempo para cocinar lo hacía con cosas dulces. No es que se me hayan quitado las ganas de dulce, ¡eso nunca!, pero ahora también tengo tiempo de probar platos “saladitos”.
Así que, ahí estaba el otro día tirada en el sofá, hojeando el libro de cocina francesa que me habían traído Melchor (mi preferido), Gaspar y Baltasar y me topé con esta receta de calabacín. Y me acordé de los que tenía muertos de risa en el frigorífico, a punto de salir ellos solos de la nevera a dar una vuelta por el salón, de puro aburrimiento, así que era la excusa perfecta para probar… ¡con éxito! Muy fácil (como siempre) y recomendable, el toque de la nuez moscada le da un saborcillo especial.
Aquí os dejo la receta, sacada del libro “Cocina francesa. Más de 100 irresistibles recetas (editorial Parragón).
INGREDIENTES (para 4-6 personas)
Aceite para freír
6 calabacines, cortados en rodajas
Sal y pimienta
Hierbas provenzales
200 gramos de queso Gruyer o parmesano, rallado
125 mililitros de leche
125 mililitros de nata para cocinar
2 huevos
Nuez moscada
PREPARACIÓN
En una sartén, freír el calabacín durante aproximadamente seis minutos, por los dos lados, hasta que se vean blanditos. Pasar a un papel absorbente para retirar el exceso de aceite y reservar.
En una fuente para horno untar con un poco de mantequilla o aceite para que no se pegue. Poner la mitad de las rodajas de calabacín como primera capa. Esparcir por encima las hierbas provenzales y 50 gramos del queso rallado elegido. Poner una nueva capa de calabacín, hierbas y queso.
Aparte, en un plato hondo, batir los huevos con la leche y nata y sazonar después con nuez moscada, sal y pimienta.
Esa mezcla se vierte sobre la fuente, encima de las capas, y, por último, el resto del queso.
Con el horno precalentado a 180ºC, dejar que se cocine durante 35 a 45 minutos. Estará listo cuando la crema haya cuajado y el queso de encima se haya dorado.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
Es un plato muy, muy fácil…y si te gusta el calabacín, como a mí, muy rico. Ahí van algunos consejillos:
En la receta original, las hierbas que se echan son estragón, perejil y hierbabuena. Como yo no tenía eso a mano, le eché una mezcla de hierbas que venden ya y que se llama “hierbas provenzales”, que tiene albahaca, romero, orégano, tomillo, ajedrea y mejorana (que ni siquiera sé lo que es, ¡ji,ji!) y quedó bien rico. Pero podéis ponerle las hierbas que queráis. Eso sí, no os olvidéis de la nuez moscada, pues queda muy bien con el calabacín y le da un sabor muy especial.
Freír con calma el calabacín, con rodajas un poco gorditas, para que no se os quemen, y dejando que se ablande, por los dos lados. Esperar a que enfríen un poco cuando vayáis a preparar las capas, para no quemaros los dedos (como me pasó a mí…).
En la receta original, también decía que se friera el calabacín con mantequilla, pero ya sabéis que los franceses abusan de ella. Yo he preferido el aceite español de toda la vida, pero quizá la mantequilla le dé otro sabor. Probaré para la próxima…
Aunque al principio parezca que no, es súper sencillo de servir, porque queda como un pastel de verduras y se corta bien al cuajar la crema.
Sólo puedo decir muchas, muchas, muchas gracias a Sara, de Dulce Sha-la, y a Paloma y Laura, de El disfrutar del paladar, por acordarse de mí. Estoy muy ilusionada, no me extraña, porque es el primer premio que le dan a mi blog. Y gusta mucho más cuando te lo da gente de otros blogs, en serio, nosotras que sabemos lo que es preparar todo esto, ¿verdad? Gracias chicas por vuestras palabras. Yo sí que aprendo de vuestras riquísimas recetas. ¿Ahora hay que pasarlo? Qué estrés, no puedo elegir sólo a cinco blogueros, así que....os lo dedico a todos los que entráis alguna que otra vez por aquí a curiosear y me dejáis mensajitos, que es lo que más ilusión me hace, de verdad. Vosotros sí que me hacéis estar "Happy 101"....y más!
Una y no más. Bueno, quizá dentro de un tiempo repita, pero es que, como diría mi madre, me meto en unos berenjenales….A ver, porque si yo soy cocinillas, es decir, si apenas tengo idea de esto y estoy aprendiendo, ¿a qué me meto a hacer croissants? Y es que las masas me pierden, me encanta embadurnarme las manos, amasar, ver cómo va cogiendo forma, tener el olor de la mantequilla el resto del día entre los dedos…soy una enamorada de las masas, qué queréis que os diga, ¡je,je!.
Y además, la culpa de esto la tiene el blog Uno de dos, recién descubierto, que te deja unas fotos maravillosas, te hace sentir que la receta es fácil y, ¡tachán! ya has caído y te encuentras durante dos días, ¡dos días!, haciendo masa madre, esperando “levaciones”, amasando hasta que te duelen las manos (y no exagero, porque tengo agujetas no sólo en las palmas de las manos, sino también en los antebrazos y en la espalda…de juzgado de guardia, en serio), dando forma, esperando levados otra vez…, en definitiva, preparando y haciendo croissants.
Aunque, claro, debido a mi actual situación, tiempo es lo que me sobra. Así que por eso me animé también. Y porque hacía poco que había visto la última película de Meryl Streep,“No es tan fácil”, y me había quedado con la escena en la que ella, dueña de una panadería genial, y Steve Martin se pasan la noche haciendo croissants en plan romántico de parejita feliz. Y parece fácil, como también me “engañó”, Pamela, de Uno de dos. En resumen, que la necesidad de probar a hacerlos la tenía ya latente y fueron las circunstancias (película, blog maravilloso, demasiado tiempo libre) las que se encargaron del resto.
Eso sí, aunque estoy despotricando un montón, también confieso que este fin de semana nos hemos puesto “morados” en el desayuno. Porque además de los ricos croissants (a pesar de su “extraña” forma) hice biscotti (de los que pronto pondré la receta) y las magdalenas de mandarina, que ya no me acordaba de que estaban tan ricas (es mi primera receta del blog, cómo pasa el tiempo, si queréis recordarla, os la aconsejo, pinchad aquí).
En definitiva, sentaros si vais leer la receta, porque tenéis para laaaargo.
Si queréis ver la receta original de Pamela, pinchad aquí.
Y esta es la (sufrida) mía:
INGREDIENTES
500 gramos de harina de fuerza
1 sobre de levadura seca de panadero (o un cubo de 25 gramos de levadura fresca)
250 mililitros de leche
12 gramos de sal
70 gramos de azúcar glass
250 gramos de mantequilla
PREPARACIÓN
Armaos de paciencia, reservar dos días para vosotros y…¡al ataque!
Lo primero es preparar la masa madre. Para ello, se templan 125 mililitros de leche y, en un bol, se echan 100 gramos de harina con la levadura. Poco a poco, se añade la leche templada y se mezcla, hasta que sea una masa más o menos homogénea. Se cubre el bol con film transparente y se deja reposar durante 2 horas en un lugar cálido (yo lo dejé en la encimera, en un sitio resguardado). La masa estará lista cuando haya crecido y esté con burbujas en la superficie.
Pasado el tiempo, en otro bol se echa el resto de la harina (400 gramos), los otros 125 mililitros de leche, la sal y el azúcar. Tras remover todos estos ingredientes, se añade la masa madre y se comienza a amasar, hasta que esté todo integrado y se haya conseguido una masa blandita y un poco pegajosa. Se forma con ella una bola, se envuelve en film transparente y se deja en el frigorífico hasta el día siguiente.
¡Buenos días! ¿Preparados para continuar? Aún queda muuucho trabajo, pero no os quiero desanimar.
Lo primero es sacar la mantequilla de la nevera y dejarla a temperatura ambiente durante 10 minutos. Pamela recomienda aplastar un poco la mantequilla hasta conseguir un rectángulo de 1 centímetro de grosor y reservar envuelta en film transparente en la nevera.
Ahora viene lo divertido, a ver si me explico bien. Se saca la masa y se estira formando un rectángulo. Habrá que echar harina para trabajarla mejor, pero siempre teniendo en cuenta después que habrá que quitarle el exceso de harina que quede pegado a la masa. Cuando tengamos un rectángulo de un grosor aproximado de 1 centímetro, se coloca la mantequilla en el centro de la masa, que se tiene que doblar cubriendo la mantequilla, es decir, como si tuviera dos solapas. Ahora se vuelve a amasar, con cuidado para que no se salga la mantequilla por los bordes. Se forma otra vez un rectángulo y se vuelve a doblar como si tuviera las dos solapas. Después, se cierra como un libro y se cubre con film transparente para meterla en la nevera y dejarla reposar durante media hora.
Esta operación se tiene que repetir otras dos veces, con la media hora de reposo en el frigorífico. La última vez que se deje la masa en la nevera, deberá estar más tiempo de reposo, así como una hora mínimo.
Ahora, por fin, llega el momento de darles forma a los croissants. Se va estirando la masa lo más finamente posible y se hacen triángulos de aproximadamente 13 centímetros de base y 18 de altura (yo los hice totalmente a ojo, así quedaron…).
Se le hace un pequeño corte en el medio de la base a la masa y se enrolla de abajo para arriba, intentando que el piquito del vértice se meta entre ese corte de la base.
Se van colocando en la bandeja del horno, forrada con papel vegetal.
Y, si os creíais que con eso ya habíais terminado…¡nooooo!. Ahora hay que dejarlos levar hasta que doblen su volumen, aproximadamente 2 horas.
Con el horno precalentado a 200ºC, se baja hasta 170ºC cuando se meta la bandeja. Estarán hechos cuando empiecen a dorarse, unos 20 minutos.
OBSERVACIONES PARA PRINCIPIANTES COMO YO
En esta ocasión…¡miles! Yo tuve un momento de angustia en el que casi tiré toda la masa a la basura, no os digo más. Allá van algunos consejillos:
El primero de todos: leeros atentamente la receta original, que está mucho mejor explicada que la mía (y las fotos demuestran que les salieron infinitamente más ricos). Y si podéis, alguna receta más de otros blogs, como hice yo, para que me quedara claro cómo habían que hacerlos. ¡Jopé! Es que esto es de máster culinario, la verdad, estudié un montón antes de ponerme manos a la obra.
Tened muy en cuenta las horas que se necesitan para hacerlos, porque así os organizaréis mejor. Os pongo mi ejemplo. Yo hice la masa madre a eso de las seis de la tarde y, dos horas después, a las ocho, ya estaba haciendo la masa que metí en el frigorífico para dejarla reposar toda la noche. La saqué a las doce del mediodía del día siguiente y me puse a amasar, enmantequillar y dejar en la nevera en total hora y media (las tres veces que había que dejarla durante media hora reposar). Bueno, el último reposado fue más largo, duró hasta que terminamos de comer. Luego, sobre las cuatro, ya me puse a hacer la forma de los croissants (fue ahí donde tuve la crisis y casi lo tiro todo a la m…). Y a eso de las seis y media estaba ya metiéndolos en el horno. Total, un día entero de 24 horas completas atendiendo a los benditos croissants.
Los míos no han quedado muy bonitos, porque, aparte de la forma amorfa (he salvado los “mejores” para que salieran guapos en la foto, así que imaginaos), no les eché ni brillo, ni glaseado ni mermelada ni nada por encima pincelado. Pero leeros la receta de Pamela, que lo explica muy bien y seguro que os quedan más vistosos. Yo es que no estaba para hacer más potingues, quería terminar ¡ya!.
El tema de la mantequilla es lo que me terminó de perder a mí. Primero, me parecía mucha cantidad y la eché de dos veces, en vez de los 250 gramos a la vez (que es lo que hay que hacer según la experta, a mí, ni caso, ¿eh?). Todo parecía controlado pero la hecatombe llegó en el último punto, cuando saqué la masa para formar los croissants. Ahí fue cuando “supuró” toda la mantequilla y se convirtió en una masa imposible de manejar. Respiré y me dije: “¿a la basura o hasta el final?”. Y ganó lo segundo, pero tuve que añadir mucha más harina para poder manejar toda esa masa grasienta y escurridiza. Pero eso no se hace, ¿eh? Yo sólo os aviso, para que trabajéis mejor la masa e intentéis que absorba bien toda la mantequilla.
En mi horno los croissants estuvieron hechos en 20 minutos y a Pamela se le hicieron en 14, así que me consejo es que, en la primera hornada, estéis atentos para ver cuánto tardan en hacerse, para que no se os queden crudos o se os tuesten mucho.
Por cierto, con esta cantidad a mí me salieron 20 piezas no muy grandes, de tamaño medio. Además, se pueden congelar y luego metiéndolos en el horno y ratillo saben como recién hechos.
¡Ah! pediros perdón porque esta vez casi no hay fotos del proceso, pero es que me era casi imposible coger la cámara con las manos embadurnadas y pensar en el ángulo de la foto al tiempo que recordaba cómo había que doblar la masa…sólo tenía mente para una cosa ese día. Además, la masa se estira bastante mal, es muy “chiclosa” y estuve con dolor de manos unos cuantos días (manos, brazos y espalda, como os he dicho antes).
Y vale, lo sé (y lo siento), con toda esta historia (anda que no me he extendido hoy) parece que la conclusión es que ni se os ocurra probar la receta. Noooo, espero no haberle quitado la ilusión a nadie. De hecho, estoy comiéndome uno bien rico mientras escribo. Vosotros probar, porque muchos no sois simples (a mucha honra) cocinillas y seguro que os salen unos croissants preciosos y riquísimos. Pero, sólo os digo ¡mucho ánimo!, jaja.